El presidente
Javier Milei encabezó la delegación argentina en la III Cumbre Mundial de los Océanos (UNOC3), organizada por la ONU y presidida por Francia y Costa Rica en la ciudad de Niza, en coincidencia con el Día Mundial de los Océanos. La cumbre tiene como eje principal la conservación y protección de los ecosistemas marinos.
A lo largo del encuentro, organizaciones ambientales reclamaron al gobierno argentino el envío al Congreso del proyecto para ratificar el Tratado de Alta Mar, que apunta a proteger la biodiversidad marina más allá de las jurisdicciones nacionales. “Es fundamental que Argentina ratifique el Tratado de Alta Mar, no sólo porque la vida en el planeta depende de la salud de los océanos, sino porque no podemos quedarnos fuera de las negociaciones globales”, expresó desde Francia Milko Schvartzman, del Círculo de Políticas Ambientales.
Aunque la participación de Milei marca un gesto de acercamiento hacia el gobierno francés y una posible apertura a inversiones extranjeras, contrasta con su discurso sostenido sobre el ambientalismo. El mandatario afirmó reiteradas veces que “feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles”, además de considerarlas causas propias de la “ideología woke”.
En línea con esa visión, el gobierno redujo el Ministerio de Ambiente a una subsecretaría con menos presupuesto y promovió la desregulación de controles ambientales en función de su política económica. El Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), una de las banderas de su gestión, apunta a atraer capitales para el litio, el petróleo y el gas, bajo estándares ambientales más flexibles.
Bajo esa lógica, el Presidente calificó la crisis climática como una “mentira socialista” y sostiene que “la economía debe estar por encima del medio ambiente”. De ahí, la contradicción de su asistencia a la cumbre ecológica.