12.07.2024 / Entrevista PA

Ekaitz Cancela: “La tecnología puede ser la base de un sistema alternativo”

El escritor español investiga hace más de una década la intersección entre tecnologías y capitalismo. En diálogo con Política Argentina, desarrolló “Utopías digitales: imaginar el fin del capitalismo”, libro que presentó en Argentina y alega en favor de liberar a la tecnología de la lógica capitalista. Qué piensa sobre Milei.




El escritor español Ekaitz Cancela trabaja hace más de una década investigando la intersección entre tecnologías y el capitalismo. Presentó en la Argentina su último libro “Utopías digitales: imaginar el fin del capitalismo”, un alegato en favor de liberar las energías creativas de la tecnología, actualmente atrapadas bajo la lógica del mercado capitalista.

En esta entrevista con Política Argentina, Cancela desarrolla los temas incluidos en el libro editado por Prometeo que ya se consigue en el país.

¿Por qué escribiste este libro?

Porque vivimos en un presente que está lleno de distopías. Creo que las producciones culturales de Hollywood y la hegemonía cultural de Silicon Valley buscan evitar que nos rebelemos contra esta la idea de que ya alcanzamos la cota más elevada de progreso. De que ahora solo queda esperar a que las grandes tecnológicas solucionen la desigualdad, el cambio climático o el hambre y mientras tanto nos van diciendo lo malo que podría ser el mundo si no dejamos que el capitalismo solucione sus propias crisis. Creo que en este momento de crisis de la imaginación, pero sobre todo de crisis del capital, es importante decirlo alto y claro: el sistema está en crisis y la única forma de superarlo, trascenderlo e ir hacia una alternativa es llevar a cabo una arqueología sobre los experimentos, sobre los caminos que han podido ser alternativos en algún momento de la historia, por falta de capacidad política, de estrategia o de organización, no pudimos llevarlo a cabo. Entonces, si queremos renovar el pensamiento estratégico antisistémico creo que un libro que pensara en lo que ha salido bien y que propusiera alternativas era necesario.

¿Por qué te parece un buen momento para pensar utopías?

En primer lugar, porque desde el auge del neoliberalismo ha habido un ataque clarísimo al comunismo, y a Karl Marx, como artífice de esa utopía de una sociedad emancipada. (Javier) Milei es un producto de eso, un anti comunista. Estos movimientos internacionales ultra autoritarios y neoliberales tienen principalmente ese sesgo. Aquí, por las características del peronismo la cuestión del comunismo no pega tanto. Pero es un momento de enorme descrédito las ideas socialistas y creo que ya es hora de reivindicarlo de nuevo, de hacer un make socialism great again. Hagamos de nuevo grande la idea de que hay alternativa al sistema capitalista y de que el mercado no es la única institución posible de coordinación social, que es lo que dice Milei. Entonces, construir en torno a la tecnología, que es la base del sistema capitalista pero también puede ser la base de un sistema alternativo, un discurso político, mejora nuestras posiciones en la lucha contra las élites y contra el capital.

¿Se pueden poner estas tecnologías al servicio de otro proyecto de sociedad o hay que desarrollar tecnologías nuevas?

La tecnología siempre es el resultado de la lucha de clases. O sea, que ahora tengamos tecnologías adictivas, que consumen mucha energía y agua, como la inteligencia artificial o estos interfaces en los teléfonos que nos obligan a estar permanentemente conectados y respondiendo notificaciones todo el rato es una decisión de las empresas privadas. Yo no compro esta tesis que es casi propia de los aceleracionismos, donde bastaría tomar la tecnología, devolvérsela a los trabajadores y ya está.

¿Por qué no te parece bien esa tesis?

Porque seguiríamos teniendo inteligencias artificiales en manos de los trabajadores, pero que consumen una barbaridad de energía y de agua. Entonces, yo creo que hay que reprogramar la tecnología. Por ejemplo: Internet. Todo el modelo de los medios de comunicación se basa en el modelo de la publicidad. Hay una serie de una serie de elementos llamados cookies, que son los que permiten vigilar permanentemente al usuario cuando está en Internet, acumular una gran cantidad de datos sobre esta persona y luego efectivamente venderle venderle basura. Esto no solo es un problema porque esté mercantilizado. Es un problema porque todo estos 40 millones de cookies que genera una persona para 200 empresas tiene el consumo energético de una ciudad de 30.000 personas. Entonces la única forma de alterar este uso de la tecnología es desmercantilizarla. No sé si construir una nueva, pero al menos extirpar el mercado dentro de ella. Necesitamos centros de datos para construir buena parte de las infraestructuras. Podemos tener centros de datos en propiedad de Silicon Valley, Google, Microsoft y de Amazon que están diseñados para asentarse en lugares donde hay problemas de sequía, donde hay luchas con los pueblos originarios y tratar de seguir expropiando recursos o podemos pensar en una descentralización de los centros de datos en propiedad colectiva. Lo que quiero decir es que la tecnología actual es un imaginario, un diseño, una creación de empresas privadas. Eso no es tecnología. La tecnología es la que construyamos de manera colectiva y de manera popular.

Decís en el libro: “Se pueden diseñar alternativas racionales a la irracionalidad del capital”. ¿Cuáles son esas alternativas?

Tenemos unas empresas - Microsoft, Google y Amazon - que gastan cantidades cercanas a 25.000 millones de dólares al año en investigación y desarrollo para construir los mismos modelos de inteligencia artificial. Para hacer cosas que hacen absolutamente lo mismo. Esto no solo es un gasto enorme de recursos, sino que es un gasto enorme a la hora de expropiar a las comunidades de agua y energía. Para mí eso es irracional. Para mí lo racional es que cualquier Estado - Argentina no, porque ahora tiene un presidente que es anti-Estado - pero Chile, Brasil, México, puedan ser capaces, no de manera individual, sino de manera colectiva, de construir inteligencia artificial que, en lugar de tomar la información de internet, donde el 99% es basura, quizás tome todo el conocimiento creado por universidades públicas para crear los modelos. Y diseñe modelos no para ayudarnos a hacer los deberes dentro de una educación de mierda, no para ayudarnos a hacer trabajos dentro de una economía de mierda, sino inteligencias artificiales que nos apoyen en nuestros procesos no solo creativos. Que nos permitan escribir mejor, acceder a documentación, a archivos que de otra forma serían imposibles. Pero también canalizar la inteligencia artificial para solucionar los problemas complejos que tienen las sociedades contemporáneas, que son la desigualdad, el acceso a recursos básicos y el cambio climático. Entonces, tenemos que ir pensando en cómo los países desarrollan sus propias infraestructuras para canalizar toda la producción científica, la creatividad y la innovación de esos países, no para que fluyan mediante la explotación de conocimiento hacia Silicon Valley y se alojen en sus centros de datos, sino para ir hacia otro tipo de arreglos más desmercantilizados, donde podamos hablar de crecer, donde pongamos el centro en las comunidades y a los sectores populares.

¿Qué es Silicon Valley y qué función cumple en el capitalismo de tecnologías?

Cumple una función económica. Permite a los capitalistas y a las antiguas empresas financieras industriales, un nuevo medio de producción que es el digital. Eso les permite reducir costes principalmente mediante la vigilancia y la automatización, y por tanto aumentar la rentabilidad. Es decir, en el momento de la crisis de 2008, el sistema capitalista que acarreaba la crisis de los ´70, Silicon Valley emerge como una nueva base, como una nueva infraestructura que permite al sistema salir. Pero no sale, porque sigue siendo incapaz de generar crecimiento y solo crecen las empresas de Silicon Valley. Pero permite mantener la idea de que, bueno, todavía todo funciona. Ante la austeridad, ante el recorte del gasto público, ante la privatización de la educación y la sanidad, todavía tenemos plataformas educativas y sanitarias tecnológicas entonces parece que todo no ha desaparecido. Pero además tiene un componente cultural hiper importante.

¿Cuál es ese componente?

Lo que Gramsci llamaba la hegemonía cultural. Toda esta crisis del capitalismo no solo es una crisis económica. Es una crisis cultural, de creencias, de certezas, de valores, de política. Silicon Valley agarra todas esas crisis, todas esas contradicciones que habitamos y que nos generan tristeza, desesperación, ansiedad y depresión y las canaliza de otra forma. Te pone un interfaz en la que te dice: ahora podés solucionar todos estos problemas descubriendo cosas nuevas, profundizando en vos mismo. Entonces, claro, vos podés descubrir películas nuevas a través de Netflix, nuevas series en Amazon, podés encontrar citas y amigos en aplicaciones. Al parecer, buena parte de los problemas que había generado la modernidad capitalista, se pueden resolver con Silicon Valley. Por eso, estamos en el peor momento a nivel material, hay una contradicción enorme entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, como diría Marx, pero todavía las calles no arden. Y eso es por la hegemonía cultural que desciende de Silicon Valley.



¿Cómo se enfrenta eso? ¿Qué es el internacionalismo digital que mencionás en el libro?

En los ´70 y en los ´80, cuando todavía el neoliberalismo no ha triunfado del todo, el Muro no ha caído, se da una cosa que se llama el Movimiento de los Países No Alineados. Que es, principalmente, todos aquellos países que estaban iniciando procesos de descolonización y de lucha de liberación nacional diciendo que no quieren seguir ni la vía soviética ni la norteamericana. Entonces forman un bloque regional para desarrollar infraestructuras tecnológicas propias, para tener agencias de noticias propias, para que todas las universidades puedan compartir talento, para desarrollar software que luego puedan transferir fuera de las cláusulas de los acuerdos de comercio, con una concepción altruista y colaborativa. Si estas ideas estaban ya presentes, si el internacionalismo es algo que hemos abandonado por la competencia capitalista que establece la globalización neoliberal, quizá la única respuesta sea pensar en cómo los países, en lugar del socialismo en un único país, pueden empezar a desarrollar software que facilite todos estos procesos de autonomía, de desarrollo y de emancipación. Y compartirlos quiere decir: si un grupo de ingenieros toman los datos del Servicio de salud público de Euskadi, en el País Vasco, y dan con una clave para predecir enfermedades, que eso, en lugar de empaquetarse en una cláusula comercial y venderse, se puede trasladar. Y que cuando alguien en Brasil la utilice, no solo se beneficie sino que también pueda reconocer fallas y mejorarlas. Entonces, vayamos a un sistema internacional asentado sobre el software libre y la transferencia tecnológica solidaria y altruista, que mejore de manera permanente con cada interacción del usuario. Para eso es importante abrir los algoritmos, para eso es importante salir de las lógicas actuales, porque así podemos llegar a un mundo realmente emancipado, donde cada vez que alguien activa su creatividad humana en lugar de quedarse ahí y perderse para siempre, puede ayudar a otras personas. Creo que es la única forma de socialismo que hay hoy en día.

¿Qué rol puede tener un país como Argentina en eso?

Tiene un rol fundamental porque es el único país que tiene una cosa llamada ARSAT, que es una empresa pública, que tiene una infraestructura propia. Tiene tres centros de datos que alojan buena parte de los servicios de todo el Estado, tiene satélites, tiene 44.000 millones de kilómetros de fibra óptica, tiene un cable submarino. Yo creo que ARSAT puede ser una referencia vanguardista, evidentemente no bajo este gobierno, de innovación(R). En el sentido de que sin lugar de almacenar información del Estado, ARSAT puede ser un proveedor de software para la economía popular, para los movimientos sociales, para los sindicatos, para la organización en definitiva, (R)Argentina de esa manera puede liderar un proceso. Junto a un bloque de países con Brasil, Chile y México que puedan crear esas inteligencias artificiales focalizadas en la información universitaria. Pueden encabezar un bloque que no solo desarrolle infraestructura, que no solo sea una vanguardia en ese internacionalismo digital sino que al mismo tiempo pueda desafiar esta idea de que las grandes tecnológicas son inviables. Es decir, se puede comenzar una iniciativa para hacer repagar a las grandes tecnológicas por extraer nuestros datos, empezando por Mercado Libre obligándoles a dejar un rastro de todos los datos que extraen en los países de origen, para que podamos construir estados de bienestar paralelos, pero no privados, que es lo que hace Silicon Valley. Construyen un estado de bienestar paralelo pero privatizado. Sobre todo en un momento como este, donde alguien como Milei ha conseguido canalizar hacia la derecha, hacia la austeridad, hacia el neoliberalismo, el concepto de libertad que es la base de toda esta propuesta alternativa. Y lo está haciendo para que asumamos la austeridad y para que asumamos cada trabajos más precarios. Si politizáramos la tecnología para dar lugar a procesos creativos y de emprendeduría que beneficiaran a todos estos movimientos colectivos de software libre, entonces Argentina está en un momento hiper dialéctico. Si los movimientos emancipadores y progresistas lo entienden creo que va a estar en una posición clave para desafiar al sistema global encabezado por Estados Unidos.

¿Y qué rol puede tener China en ese internacionalismo?

China, que es un país poco respetuoso con los derechos humanos y con la democracia, ha conseguido plantear una alternativa a Silicon Valley. Se ha sintetizado con mucha propaganda a nivel occidental, hablando del Gran Hermano chino. Pero creo que su modelo de crédito social, que puede no ser ideal en términos de que si tú vas a una manifestación te suben el precio del alquiler, pero ha conseguido montar un sistema de coordinación alternativa al mercado. Y, si en lugar de utilizarlo para vigilar y castigar, lo utilizamos para recompensar el altruismo, podemos hacer lo contrario: que quien se encargue de organizar una movilización le bajen los precios del alquiler, que quien se encargue de organizar los procesos en su edificio, en su barrio, acceda a otros bienes. China nos da esa alternativa, yo la cito en el libro, porque nos permite organizarnos de manera alternativa al mercado. Y te dice que lo puedes hacer sin infraestructuras de Silicon Valley. Ahora bien, creo que es importante, para ir hacia un orden mundial solidario y no imperial (el cual China no defiende, por cierto, solo Estados Unidos), que este bloque de países latinoamericanos, al encabezar esta vanguardia, ofrezca una visión alternativa, una tercera vía democrática y no capitalista sobre la tecnología, creo que eso puede hacer girar a muchos países. A los europeos que están totalmente atrapados, a India, a China, a África. Principalmente a China le tienes que hacer salir de esos arreglos. Tienes que darle una alternativa, que no sea Estados Unidos, con la que pueda cooperar sin establecer estas lógicas autoritarias que están implementando solo para defenderse. Y solo para ser capaz, a nivel nacional, de bloquear la globalización neoliberal. Entonces la forma de que China salga de ese lado también tiene que ver con desarrollar software libre y socialista en el Sur global.