18.07.2024 / Economía y América Latina

¿Corre riesgos la integración automotriz con la República federativa del Brasil?

La industrias automotrices argentina y brasileña tienen un acuerdo de integración y complementación industrial, desarrollado en el marco del Mercosur, que tiene su punto central en el acuerdo Flex hasta 2029. Por qué los ataques de Milei a Lula lo ponen en riesgo y qué consecuencias tendría.




La industria automotriz argentina y la industria automotriz brasileña tienen un acuerdo de integración y complementación industrial, que se ha ido desarrollando como parte de la compleja ingeniería comercial y aduanera en el marco del MERCOSUR. En el año 2019, ambos países establecen "…un acuerdo que extiende el libre comercio administrado de la producción automotriz (Flex) hasta 2029".

"Se trata de un esquema gradual hacia el libre comercio que durará diez años, en línea con el acuerdo alcanzado hace dos meses entre el Mercosur y la Unión Europea. Este es el plazo más extenso alcanzado entre ambos países”, se especifica.

Es, no obstante, una integración entre dos actores económicos desiguales. En efecto los números señalan esta cuestión: "El principal productor de vehículos del MERCOSUR es Brasil, que representó entre 1999 y 2018 el 84,3% de la producción de vehículos del bloque y el 3,5% de la producción mundial. En este período produjo en total 52,4 millones de vehículos a un promedio anual de 2,62 millones. Argentina es el segundo productor de vehículos del MERCOSUR promediando un 15,3% de la producción total del bloque y el 0,64% de la producción mundial en el período 1999-2018, cuando produjo en total 9,5 millones a un ritmo promedio de 476,6 mil vehículos por año".

Este proceso supuso una transformación de las matrices industriales precedentes a los acuerdos de integración, en la medida que la industria fue especializando su producción en cada uno de los países: "La modularización de la producción significó la reducción del número de proveedores directos. Para la Argentina, significó el cierre de muchas empresas de autopartes o su traslado a Brasil y la pérdida de capacidades productivas. Junto a la modularización de la producción se dio un proceso de desintegración vertical y traslado de algunos segmentos productivos a proveedores ubicados en distintos anillos de cercanía".

Además, este proceso de integración entre ambas naciones y de especialización dentro de cada nación hacía a cada complejo industrial más dependiente del otro en una estructura que se reforzaba, dado que cada vez menos cantidad de piezas de un automotor terminado eran producidas localmente y más partes de ellas se conseguían por medio de los acuerdos de complementación industrial.

Esto significa que la industria automotriz argentina es muy dependiente y necesita estabilidad en el largo plazo de los intercambios comerciales con la República federativa del Brasil.

En este marco, y dado el incidente ocurrido entre la República Argentina y la República Federativa de Brasil, el presidente argentino Javier Gerardo Milei trató públicamente al presidente del Brasil de "de comunista y corrupto", y la respuesta del mandatario Luiz Ignácio Lula da Silva fue solicitar la posible derogación del acuerdo Flex, lo que para nuestra industria automotriz argentina arroja el hecho de que “… que no haya comercio administrado sería desastroso para la industria automotriz de Argentina”, ya que – afirma una fuente del sector muy preocupada – implica que “en dos minutos arman las valijas y revienta todo".



Pero la situación es mucho más grave aún, porque podría comprometer la política industrial argentina por muchos años. En efecto, la actual política industrial brasileña ha logrado un flujo de inversiones En el complejo Industrial Automotriz de esa nación: “El Grupo Stellantis anunció ayer la inversión más grande en la historia de la industria automotriz de América Latina: desembolsará 6.000 millones de dólares en Brasil para producir y lanzar 40 nuevos modelos en la región hasta el año 2030. Sin embargo, el anuncio récord de Stellantis es apenas uno de más de los multimillonarios desembolsos que, en las últimas semanas, prometieron once automotrices diferentes para los próximos años en Brasil. En total, las inversiones presentadas por el sector entre enero pasado y ayer suman unos 19 mil millones de dólares (95 mil millones de reales). Pero, ¿por qué llueven inversiones para la industria automotriz brasileña? ¿Y por qué esto no ocurre con su principal socio comercial en el Mercosur, Argentina?”.

La respuesta a la pregunta anterior es sencilla, Brasil tiene una política industrial con proyectos de largo plazo, y con pautas financieras y fiscales estables para el complejo Industrial automotor. La Argentina carece política industrial, pero la inversión brasileña podría redundar en algún beneficio asociado, por medio de las fábricas de automotores que tienen terminales en ambas naciones, y que decidan complementar su nueva producción por medio del acuerdo Flex.

En resumen, la caída del acuerdo Flex sería doblemente grave, pondría a nuestra industria automotriz en riesgo y nos privaría de tener siquiera efectos indirectos del masivo proyecto de reconversión de la industria automotriz brasileña.

Se trata de resultados catastróficos, consecuencias de la transformación de la política exterior de una nación en ocasión de la exposición de ideas particulares, y no de políticas de estado. Para una nación que recibe tan poca inversión extranjera directa, y que para recibir alguna inversión, le tiene que dar beneficios extraordinarios que ponen en crisis a otros operadores industriales locales, lesionar de esta manera uno de los núcleos de nuestra industria metalmecánica, no parece ser la decisión más inteligente.

Por el contrario, parece ser la renuncia incondicional a tener industria, y todo por un prurito de sensibilidad que puede ser legítimo como opinión personal, pero que se torna absolutamente lesivo cuando se convierte en política de estado.